WELCOME NAUCHER

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NAUCHER nos envia este relato. Gracias Naucher y bienvenido Angel Sierra. Dos placeres que esperamos no tarden en repetirse.

 

MARINOS MERCANTES NAVEGANDO POR LAS ESTRELLAS

 

Cuando el presidente Kennedy anunció en septiembre de 1962 el compromiso de su país para llevar a seres humanos a la Luna y traerlos de vuelta a casa sanos y salvos antes de 1970, consiguió que el pueblo americano apoyara la iniciativa con entusiasmo.

Era un gran esfuerzo económico, científico y tecnológico que parecía inalcanzable en ese momento, pero que se completó con éxito cuando el 24 de julio de 1969 la nave Apollo 11, con tres astronautas a bordo, amerizó sobre el océano Pacífico después de haber pasado más de 21 horas en la superficie de la Luna.

La hazaña se repitió hasta en 5 ocasiones más, en las misiones Apollo 12, 14, 15, 16 y 17, que tuvieron lugar hace ya medio siglo, entre 1969 y 1972. Refiriéndose a la exploración espacial, Kennedy decía en su discurso “…Nos hacemos a la mar en este nuevo océano porque existen nuevos conocimientos que obtener…”

Para tener contacto permanente por radio con una nave espacial que viaje fuera de la órbita terrestre es necesario que se instalen estaciones de comunicaciones repartidas por todo el mundo, de manera que al menos una de ellas la tenga a la vista en todo momento. La NASA eligió España, junto con Australia, para complementar sus antenas de California, instalando en cada una de ellas todos los equipos de comunicaciones y de proceso de datos necesarios para las misiones espaciales que se proyectaban, no solo las de exploración lunar, sino también las de exploración planetaria, que ya se habían iniciado.

El acuerdo entre los gobiernos de EEUU y España preveía que el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) gestionara las instalaciones empleando personal español tan pronto como fuera posible (en los primeros años los técnicos eran americanos desplazados para el montaje y la operación de los equipos), y ya desde el principio, en 1965, se inició ese proceso, nada fácil entonces porque no abundaban profesionales electrónicos españoles que hablaran inglés. En ese momento es cuando la marina mercante llegó al rescate.

En los años siguientes más de 30 marinos cambiaron la cabina de la radio de su buque por la sala de control de los centros de comunicaciones espaciales de la NASA (National Aeronautics and Space Administration), en Madrid, demostrando su altísima cualificación y su capacidad para operar y mantener los complejos equipos allí utilizados. Marinos mercantes fueron integrados con ingenieros y técnicos de otras especialidades en la Sala de Control, responsabilizándose de transmisores, receptores, equipos de comunicaciones en tierra, y hasta de la planta eléctrica (en ese tiempo no había conexión con la red eléctrica nacional y para esta última labor se incorporaron varios maquinistas navales).

Algunos de ellos fueron posteriormente destinados al JPL (Jet Propulsion Laboratory) en California, tal es la confianza que supieron ganarse. Otros ejercieron cargos de la más alta responsabilidad en España. Un radio fue jefe de mantenimiento de la estación de Robledo desde 1970 hasta su jubilación, responsable durante la construcción y puesta en marcha de la gran antena DSS-63, de 64 m de diámetro, que fue después ampliada hasta alcanzar los 70 m; otros ocuparon puestos de supervisor de turno en operaciones, máxima autoridad en la Estación durante los periodos de seguimiento; uno más fue jefe de mantenimiento de servicios auxiliares, otro dirigió el departamento de comunicaciones en tierra, quien escribe fue jefe de telemetría…

Hay una extensa lista de colegas que colaboraron con brillantez al éxito de las misiones de la NASA. Fueron tiempos de pasión por una tarea que trascendía el presente, que nos situaba ante un nuevo horizonte. No sabemos lo que sintieron los hombres de Colón cuando avistaron tierra de un continente desconocido, pero sí que sabemos la indescriptible emoción que sentimos los que tuvimos la fortuna de vivir la aventura de las misiones Apollo.

Las estaciones españolas estaban cubriendo el vuelo del Apollo 11 cuando aterrizó en la Luna, y fueron las primeras en oír a Neil Armstrong decir: Houston, the Eagle has landed. Fácil resulta comprender la enorme tensión que se vivía en ese entorno profesional, pero eso es algo para lo que los marinos estamos preparados.

O eso es lo que creemos. Recuerdo que, en una ocasión, y con motivo del lanzamiento de una de las naves con destino a Júpiter, uno de los ordenadores de proceso de telemetría sufrió una avería en el momento más inoportuno. Habíamos estado poniendo a punto en la sala de control todos los equipos durante la jornada y volví a casa satisfecho. Mi esposa me esperaba para hacer unas compras y acabamos tarde. Pero cuando regresamos a casa supe que tenía que volver a la Estación con urgencia porque uno de los ordenadores estaba dando problemas, así que tuve que hacer de nuevo los 65 km que me separaban de allí, trabajar hasta conseguir que funcionara correctamente de nuevo y, a las 7 de la mañana, exhausto pero con el problema solucionado, me dirigí de vuelta a casa. No pudo ser. Después de conducir durante unos 20 minutos tuve que parar el coche y me desmayé. Cuando desperté estaba en el hospital, donde el médico diagnosticó que había sido víctima de alguna situación estresante y que mi organismo había reaccionado así.

Durante el vuelo del Apollo 13, que sufrió un accidente en el trayecto de ida, el riesgo lo corrían los que se encontraban en la cabina de la nave, pero todo el equipo lo vivió como algo propio, tratando de encontrar soluciones a los problemas que fueron surgiendo a partir de la explosión de un depósito de oxígeno del módulo de mando. Poco se durmió en esos días en las salas de control de Houston, California, Australia y Madrid.

En paralelo con los vuelos tripulados, las misiones interplanetarias de la NASA han explorado todos los planetas del sistema solar, asteroides del cinturón que se encuentra entre Marte y Júpiter, y algunos cometas, sin olvidar el Sol, que es un objeto de especial interés para la ciencia. En todas ellas ha habido participación de miembros de la marina mercante española, que han sabido dejar muy alto el prestigio de sus profesionales.

Cabe mencionar aquí que el éxito de la colaboración española con la NASA ha tenido consecuencias muy beneficiosas para la ciencia y la industria en nuestro país.

1- España fue socio fundador de la ESA (Agencia Espacial Europea) en 1975. Ser socio de la ESA implica que hay que apoyar económicamente a la institución, pero también significa que un porcentaje del presupuesto equivalente a la cuota abonada, retorna al país en forma de contratos a sus empresas para la realización de trabajos en los distintos proyectos que se llevan a cabo. Eso ha promovido la creación de empresas tecnológicas que son en la actualidad líderes mundiales en su actividad. Sus equipos están instalados en sondas espaciales de casi todas las agencias espaciales del mundo; han viajado a Marte, a Júpiter y otros cuerpos celestes; han observado el espacio desde el exterior en distintos rangos del espectro radioeléctrico; observan la Tierra para ayudarnos a estudiar el clima, los cultivos, las corrientes marinas; nos guían en nuestros desplazamientos…En definitiva, constituyen una gran ayuda para nuestra sociedad y son, al mismo tiempo, fuente de conocimiento y de desarrollo científico y tecnológico.

2- Se ha despertado en la sociedad el interés por el estudio del universo. La astronomía y la astrofísica son disciplinas muy demandadas en nuestras universidades y nuestros científicos están muy bien considerados en la comunidad internacional. Las distintas ramas de la ingeniería, las matemáticas, la química y otras especialidades tienen aplicación en la industria aeroespacial y se han potenciado considerablemente. La búsqueda de vida en el exterior ha impulsado un nuevo campo de estudio: la astrobiología. España creó en 1990 el Centro de Astrobiología, asociado a la NASA, que es también una institución puntera en su campo y participa en proyectos de distintas agencias espaciales con el fin de alcanzar sus objetivos científicos.

3- La creación en 1973 del observatorio de Calar Alto, con el Max Plank Institut de Alemania, es el inicio de lo que hoy representa España en cuanto a instalaciones de observación astronómica en la escena mundial. Los telescopios del Instituto de Astrofísica de Canarias figuran entre los tres más importantes del mundo, y generan conocimiento científico del más alto nivel. En el Roque de los Muchachos tenemos el mayor telescopio óptico del mundo, de más de 10 metro de diámetro, diseñado y construido en su mayor parte en España Placa instalada en la entrada al MDSCC como homenaje a sus trabajadores. Mas de treinta fueron marinos mercantes. (Foto del autor)

4- La NASA mantiene en nuestro país uno de los tres complejos de comunicaciones espaciales más importantes del mundo, que están dirigidos, mantenidos y operados por personal español desde 1970. Su equipo humano goza de gran prestigio, y muchos han participado activamente en la implantación de sistemas y la gestión de proyectos de la red mundial de comunicaciones de la NASA.

5- La Agencia Espacial Europea tiene en España una de las tres antenas principales de su red de comunicaciones. Se encuentra en el término municipal de Cebreros (Ávila). La ESA tiene además en Villafranca del Castillo (Madrid) el Centro de Astronomía Espacial (ESAC), desde el que se controlan algunos de sus satélites, y en el que se almacenan, se procesan, y se ponen a disposición de la comunidad científica internacional los datos de todas las misiones de la Agencia.

A saber, un balance impresionante.

Notas de editor. 1. Para más información, el lector interesado puede visitar el sitio de la NASA en España (Madrid Deep Space Communications Complex) https://www.mdscc.nasa.gov/ y el de la ESA www.esa.int (www.esa.int/Space_in_Member_States/Spain/La_red_de_estaciones_de_satelites_de_la_ESA_nacio_en_Espana_hace_40_anos)

                                                                                                                                     ÁNGEL SIERRA REGUERO

Ángel Sierra Reguero. Oficial radiolectrónico, enamorado del mar y de la tecnología, en 1970 cambió un amor por otro y aceptó participar en la aventura de la conquista del espacio que había acometido la NASA. Desde la Estación Espacial de Robledo de Chavela, en Madrid, participó en los vuelos del Proyecto Apollo a la Luna, y en misiones a todos los planetas del sistema solar. Fue apasionante, pero nunca olvidó a su primer amor.