SEGUNDONES DE LUJO
SEGUNDONES DE LUJO (1)
Iniciamos aquí una breve serie de esbozos biográficos dedicados a reivindicar a marinos que, a pesar de reunir méritos sobrados para pasar a la posteridad entre los grandes, su memoria ha quedado oscurecida por la sombra avasalladora ejercida por la personalidad de la figura estelar al lado de la cual les tocó en suerte servir y ejercer sus habilidades náuticas.
Vicente Yáñez Pinzón (1462-1514)
Hijo de una acomodada familia de marinos de probable origen aragonés establecida por largo tiempo en Palos de la Frontera (Huelva) y dedicada al comercio y al corso marítimo a través de su propia flotilla de carabelas. Desde edad muy temprana Vicente aprendió el oficio de navegar de su hermano mayor Martín Alonso Pinzón. Cuando Cristóbal Colón, provisto de las Capitulaciones de Santa Fe firmadas entre éste y los Reyes Católicos en abril de 1492, recaló en Palos para armar los buques y reclutar las tripulaciones necesarias en su proyecto de establecer una ruta a las Islas de las Especias navegando hacia el Oeste, la ayuda de los hermanos Pinzón resultó esencial.
Sólo la influencia de éstos y la confianza que ellos mostraron en la empresa, llegando a invertir en ella parte de su capital, convenció a suficientes marineros de la zona a enrolarse en las carabelas andaluzas Pînta (bajo el mando de Martín Alonso), Niña (a cargo de Vicente Yáñez) y la nao de construcción cántabra Santa María mandada por el propio Colón, para una expedición hacia lo desconocido que muchos consideraban temeraria.
También resultó decisiva la autoridad de los Pinzón, en especial la de Martín Alonso, cuando, tras muchas semanas de viaje sin divisar tierra, el desánimo o el temor empezaron a hacer mella en las tripulaciones y empezaron las murmuraciones e incluso conatos de motín contra el liderazgo del flamante Almirante de la Mar Océana, del que se podría decir que las relaciones públicas no eran precisamente su fuerte.
Tras la recalada en Guanahaní/San Salvador el 12 de octubre, estallan algunas diferencias entre Colón y Martín Alonso, el cual con su Pinta emprende alguna exploración por su cuenta. Vicente Yáñez debe debatirse entre el deber de obediencia al Almirante y su afecto y lealtad hacia su hermano. Una situación incómoda que se acentúa cuando, al perderse la Santa María en los escollos del norte de Haití/Isla Española, se ve forzado a acoger en su pequeña carabela a Colón y los tripulantes de la nao capitana naufragada.
Ambas naves supervivientes se separan de nuevo durante el viaje de regreso a Europa a causa del mal tiempo, de modo que mientras la Niña regresa a Palos tras una previa escala en Lisboa, la Pinta recala en el puerto gallego de Bayona, para llegar finalmente casi al mismo tiempo que su compañera a Palos de la Frontera, a donde Martín Alonso llega tan enfermo que fallece al poco tiempo.
A partir de su vuelta a España en marzo de 1493, Vicente Yáñez Pinzón, libre ya de la sombra que sobre él proyectaba la figura épica de Colón, empieza a dar la auténtica medida de su valía, aunque en el imaginario popular nunca dejará ya de ser uno de los subordinados del Descubridor. Como éste (pero no con él) viaja también a Barcelona para ser recibido con honores por Fernando e Isabel, los cuales le hacen entrega de 34.000 maravedíes de haberes devengados por el viaje.
Al año siguiente, entra al servicio del rey en su pugna con Francia por el control de Nápoles, armando dos carabelas (la Vicente Yáñez y la Frayla) con las que participa en las acciones de apoyo marítimo a las tropas del Gran Capitán en el sur de la península itálica.
En 1499, Yáñez Pinzón firma una capitulación con el delegado real para una nueva aventura trasatlántica que como las que llevaron a cabo Colón, Juan de la Cosa, Américo Vespucci y otros, no tenía otro objeto sino hallar el ansiado paso a Cipango, las Molucas y las tierras del Gran Khan, el mítico Catay (la China). En esta expedición, la familia Pinzón invirtió casi toda su fortuna y, a finales del citado año, una pequeña flotilla de cuatro carabelas en la que se embarcaban algunos de los marinos del primer viaje de Colón, un hijo de Martín Alonso y otros miembros de la saga familiar, salía de Sevilla bajo el mando de Vicente Yáñez para adentrase en el océano.
Da buena medida del carácter y valor de nuestro personaje el hecho de que, a diferencia de la práctica seguida por Colón, navegó hacia el sur hasta Cabo Verde y luego tan hacia el sudoeste que llegó a cruzar el Ecuador, perdiendo así la referencia de la Estrella Polar. De hecho, fue el primer español en cruzar al hemisferio sur. Finalmente, el 24 de enero de 1500, recaló en un cabo al cual bautizó como cabo de Santa María de la Consolación, que se cree sea el que hoy conocemos como cabo de San Agustín. Había descubierto el Brasil, poco antes de que lo hiciese su descubridor oficial: el portugués Álvares Cabral.
Se le unió otra pequeña flotilla al mando de su paisano Diego de Lepe y juntos exploraron y cartografiaron la costa de la desembocadura del Amazonas y del Orinoco, hasta alcanzar el Caribe y la isla de Puerto Rico. En aquel momento, la única mercancía que Yáñez Pinzón había conseguido estibar en las bodegas de sus naves eran tres mil libras de palo brasil halladas en el Orinoco.
Volver a España con tan magro resultado significaba la ruina familiar. Por consiguiente, decidió poner proa a La Española, isla que ya conocía del anterior viaje colombino, para tratar de comerciar allí. Desgraciadamente, un temporal hizo naufragar dos de sus cuatro carabelas y averió seriamente a una tercera, por lo que al final se decidió a regresar a España. La expedición se había saldado con un fracaso económico, pero en términos de valor científico y geográfico, no lo había sido en absoluto.
Así lo reconocieron los Reyes Católicos, que concedieron a Yáñez Pinzón título de hidalguía, siendo armado caballero por el rey Fernando en la torre de Comares de la Alhambra granadina en agosto de 1501.
Siete años más tarde, es organizada una nueva expedición con patrocinio real, al frente de la cual se nombra a Yáñez Pinzón y a Juan Díaz de Solís, con el concurso del piloto Pedro de Ledesma que había viajado con Colón en su cuarto viaje. Se aprestan dos naos, la San Benito y la Magdalena, que exploran la costa del Yucatán y del golfo de México. A su regreso a España, se despiertan algunas dudas sobre la utilidad de esta aventura pero la controversia queda zanjada por el rey que, en una Real Orden de 1510, reconoce y agradece los servicios del marino de Palos y ordena su empleo en la Casa de Contratación de Sevilla como piloto mayor.
Finalmente, en 1514, mientras preparaba su participación en otra expedición real al Nuevo Mundo, Vicente Yáñez Pinzón se siente enfermo y solicita al rey su relevo, falleciendo poco después.
Capt. JOAN CORTADA