MERIDIANO 180º
Taiwán, ese país del que usted me habla, tiene a tres de sus navieras situadas entre las diez más grandes del mundo. Dos son navieras globales; Evergreen y Yang Ming, la tercera, Wanhai, es el campeón regional en extremo oriente.
No está nada mal si tenemos en cuenta que la población actual de la isla de Taiwán es de 23,5 millones de personas (la mitad que España) y su superficie es de 36 mil km2 (España es 14 veces más grande).
Evergreen Line, con 200 buques y una capacidad total de 1,35 millones de Teus, ocupa el puesto número siete del ranking mundial, pero actualmente, tiene ordenes en astilleros para la construcción de 73 buques más, que le darán una capacidad adicional de 730 mil Teus. Es decir, sumará más de dos millones de Teus.
Yang Ming Marine Transport Co., con sus 87 buques y una capacidad de 620 mil Teus, se sitúa en el puesto número nueve. También tiene órdenes de construcción con los astilleros para 11 buques que le darán una capacidad adicional de otros 120 mil Teus.
Wan Hai Lines lleva un tiempo peleando por el puesto número 10 con nuestra vieja conocida, la israelita ZIM. Wan Hai ha crecido hasta convertirse en la naviera reina del short sea shipping en extremo oriente y ya está desarrollando líneas a la costa oeste de EEUU y a la India. Posee actualmente 146 buques con una capacidad total de 410 mil Teus y espera aumentar un 50% dicha capacidad con la incorporación de 34 nuevos buques que tiene también encargados a los astilleros.
Además de su poderío marítimo, ese país es una potencia tecnológica de primer orden y, como estamos viendo estos días, las fábricas europeas de automóviles (nuestra Seat incluida) pueden parar por la falta de los semiconductores (microchips) de los que Taiwán es el principal proveedor mundial.
Hasta aquí todo es admirable y vistoso de explicar, pero, otra cosa es si queremos describir su situación geopolítica. A pesar de que se trata de una democracia homologada y es un protagonista económico reconocido, la mayoría de los países del mundo no quieren mantener relaciones diplomáticas con Taiwán, es decir, no reconocen a Taiwán como país independiente.
Actualmente, sólo nueve países reconocen diplomáticamente a Taiwán; El Vaticano, Paraguay y siete microestados más, de esos que cuesta situar mentalmente en los mapas. Todos los demás, incluidos los EEUU (su principal aliado estratégico), Alemania o Japón (su antigua metrópoli), han preferido no reconocer diplomáticamente a Taiwán para no perder oportunidades, sobre todo económicas, con la todopoderosa China que desde los años cincuenta reclama su soberanía sobre esta isla.
El sutil teatro chino.
China llama oficialmente a Taiwán “la provincia rebelde” y reclama, permanentemente, su reincorporación a la madre patria. De las tres reclamaciones originarias del gobierno de Pequín (Macao, Hong Kong y Taiwán), es la última que le queda. Taiwán se autodenomina la “República China auténtica” y reclama, a su vez, que el gobierno “rebelde” de Pekín reconozca de una vez su autoridad y se someta al gobierno de Taipéi. Como resultado de lo anterior, Taiwán no tiene embajadas propias en el extranjero, ni tampoco embajadas de otros países en su capital. Pero unos y otros tienen Oficinas Comerciales, (¿la vía catalana?) que suplen con eficacia y, a menor coste, las funciones de las embajadas.
China podría invadir y tomar Taiwán en 24 horas muy fácilmente (como hizo con Tibet) y, aunque amenaza con hacerlo año tras año, la cosa no pasa de maniobras militares y exhibición de tecnologías militares modernísimas de uno y otro lado, para goce y disfrute de los fabricantes de armas.
Taiwán, a su vez, nunca ha declarado su independencia como país a pesar de que esta acción figura en los programas electorales de partidos importantes en cada campaña electoral.
Una causa importante de la competitividad comercial de Taiwán se basa en que muchas de sus fábricas y empresas de servicios se han ido estableciendo masivamente en China desde que Deng Tsiao Ping inicio la exitosa política de “un país, dos sistemas” a mediados de los 80.
China puede, desde hace años, asfixiar mortalmente a Taiwán, hundiendo su economía, pero no lo hace.
El sutil y ancestral teatro chino, mezcla de mil conveniencias y tempos, siempre nos resulta misterioso y sorprendente.
MERCANTE