LOS NOMBRES, LAS COSAS Y EL CONOCIMIENTO DE EMBARQUE
Los nombres, las cosas y el conocimiento de embarque.
El nombre de las cosas tiene magia, tanto por cómo hemos llegado a ellos, como por los significados que pueden llevar encriptados veamos por ejemplo, la palabra sacerdote; las dos primeras letras son un acrónimo empresarial que ya es todo un mensaje. Las otras siete juntas, en algunos casos, lamentablemente también.
O el nombre del monasterio de El Escorial, donde descansan los restos de catorce reyes. Para algunos, ese nombre es la prueba filológica inapelable de que en este lado del Mediterráneo nunca se ha sido realmente monárquico y también para los cinéfilos recalcitrantes, amantes incondicionales de Tarantino, que consideran el nombrecito como otro claro ejemplo de “justicia poética”.
Hay otras palabras que llegan, triunfan y silenciosamente se van. Así, uno ya casi no se acuerda de aquello tan, tan importante, que se llamaba biorritmos, o del término handicapado (y no, no quería decir capado a mano) que ya no aparecen en nuestro día a día. También hay palabras de nuevo cuño como reinventarse o resiliencia o empoderar que, quizás por exceso de uso, empiezan también a “toser” un poco. Entre las novedades, van como motos los adjetivos dramático y distópico y, fuera boinas, la denominación recién llegada; antropoceno que empieza a acompañar todo discurso medio-ambiental que se precie.
Pero esto es un comunicado para el sector logístico, con especial intensidad, para los marítimos y el objetivo del que esto escribe es contribuir a salvar de la extinción una denominación que lleva más de dos siglos acompañando eficazmente la continua evolución de la navegación comercial en todo el orbe. Me refiero, evidentemente, al conocimiento de embarque (C/e), que está en peligro de ser devorado en el imaginario de nuestros nuevos y brillantes (sin coña) profesionales por el de Bill of Lading.
El nombre de conocimiento de embarque surgió a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX cuando estos documentos marítimos comenzaban así: “Conozco yo, Fulano de tal, Capitán que soi (si, con i latina) del buque…XXX, que he embarcado a bordo 35 barricas de…” y aquí se detallaba la descripción de la mercancía, el nombre del embarcador y el del destinatario. (ver foto) Ahora este término se nos muere. No se trata de una obsolescencia sobrevenida pues su funcionalidad está intacta. Se trata de una variante más de esa despersonalización, global y por eso mismo perversamente atractiva que vemos en todo.
Quiero llegar a los impulsores de la nueva logística que lo es porque comporta nuevas exigencias y nuevas habilidades y, alegrémonos, también mejores retribuciones porque la exigente internalización así lo demanda. A ellos, les pido: por favor salvar el término “Conocimiento de Embarque”.
No sé exactamente porque les pido esto y tampoco podría argumentar porque ha de ser importante salvar esa denominación pero déjenme intentarlo: En nuestra actividad chistes profesionales no hay o, al menos, yo sólo conozco este:
¿Saben cuál es el colmo del forwarder?...¡Perder el conocimiento!.
No se me decepcionen, esta gracieta, utilizando el término bill of lading sería todavía más penosa.
Buenas vacaciones.
Víctor Rubio
P.S. Hace pocos días, el Museu Maritim de Barcelona ha informado del fallecimiento de un muy querido y respetado miembro de la asociación de amigos del museo; el Sr. Washington García, que dedicó los dos últimos decenios de su vida a salvar palabras marineras que bajo el título de Lèxic Mariner, ha ido refugiando en un diccionario catalán/castellano que supera las 90.000 entradas y que, hasta la fecha nunca ha sido editado. https://lexicmariner.mmb.cat/ En ese fantástico compendio el término Coneixement d’ Embarcament genera 14 entradas que corresponden a sus variantes prácticas.
Nuestro profundo agradecimiento.