EL NAVEGANTE (1ª ENTREGA)
ENRIQUE DE AVÍS (1394 - 1460)
Más emprendedor que príncipe.
Más armador que navegante.
Más misógino que asceta.
Más proto-masón que templario, y tan astrónomo como astrólogo, porque en el siglo XV, a un curtido y sólido esoterismo le encantaba pasear alegremente de la mano de una joven ciencia, renacida y osada.
Este singular personaje, nacido en Oporto en 1394, es un innegable fruto del renacimiento (y viceversa) que merece estar en el Olimpo de la civilización europea por sus logros, que fueron y siguen siendo de una envergadura supra-continental.
Siendo hijo, hermano y tío de reyes, él nunca aspiró a serlo. Dicen los expertos que era el hermano “raro”, el menos “mediático”.
Su actividad como jefe militar fue, felizmente para la historia, de más a menos, pero su trabajo y creatividad fueron fundamentales para que una pequeña nación estuviera presente y firme durante siglos desde Brasil a Macao. Hoy en día, sus dos primeras aportaciones colonizadoras –Madeira y Azores- son parte entrañable de Portugal.
A los veinte años fue nombrado Gran Maestre de la Orden de Cristo, orden militar-religiosa que había absorvido, sucedido y amparado a los templarios en Portugal, cuando estos fueron disueltos, cien años antes, por el papa títere del rey de Francia, Clemente V.
Con el poder económico de esta poderosa Orden, preparó sus primeras expediciones navales. Sus inversiones fueron destinadas a crear novedosas naves capaces de disputar África al cada vez más poderoso imperio otomano, que lograría su gran triunfo con la toma de Constantinopla en 1453. Enrique consiguió reunir y mejorar los conocimientos cartográficos y las técnicas de navegación de su época como nadie lo habían hecho hasta entonces.
Después fue recogiendo y reinvirtiendo los frutos económicos de sus logros y recompensas como explorador y colonizador en un siempre creciente círculo virtuoso que convirtió a su país en lo que ahora definiríamos como un líder global a tener muy en cuenta.
Con sus innovadoras carabelas, con sus maestros y con sus marinos, consiguió aumentar las posesiones de su rey exponencialmente. Y lo hizo de una forma tan fulgurante que la corona de Portugal se convirtió en la monarquía más rica de Europa en la época de Felipe II, porque, ya durante la vida de Enrique y gracias a sus naves, el oro, los esclavos y más tímidamente las preciadas especias, empezaron a llegar directamente en cantidades importantes y regulares a Lisboa sin pasar por los gestores musulmanes que, hasta entonces, ejercían su control sobre esos tráficos
Al final de su vida (Sagres 1460), sus naves expedicionarias habían llegado hasta Sierra Leona y legó a su país una camada de valientes pilotos portugueses que, cabo a cabo, mar a mar, isla a isla, alcanzaron los confines de extremo oriente.
Entre Lagos, Sagres y Lisboa, Enrique de Avís, el Gran Maestre de la Orden de Cristo, gestó un imperio.
Mercante.
P.S.
- Coetáneo de Enrique el Navegante, el almirante Zhen He tuvo, al menos, dos cosas en común él: las mujeres estaban fuera de su vida y sus expediciones navales dieron a conocer el nombre y el gran poder tecnológico y naval de su país (China) a pueblos y naciones lejanísimos en Asia y África.
- En la segunda mitad del siglo XV, Portugal tenía una población de 1,4 millones de personas; Castilla, 4 millones; la Corona de Aragón, 0,9 millones, y China, 98 millones.