1898
1898.La tercera vía: ni barcos ni honra.
El almirante Cervera.
Los restos del almirante Cervera - Medina Sidonia, 18 de febrero de 1839-Puerto Real, 3 de abril de 1909-, están depositados con todos los honores en el panteón de marinos ilustres de la armada española en San Fernando (Cádiz) allí también se encuentran las lápidas de Jorge Juan Santacilia, Juan José Navarro o Federico Gravina.
Este honor póstumo no fue el único que recibió el almirante que comandaba la flota española en Cuba que fue destrozada el 3 de julio de 1898 por la armada norteamericana en la mal llamada batalla naval de Santiago. Entre esa fecha y su fallecimiento, once años más tarde, Cervera, recibió unánimes loas y parabienes en España además de algunos en los EEUU y, tras ocupar varios cargos importantes, fue designado senador vitalicio en la legislatura 1903-1904.
Diecinueve años después de su fallecimiento, un crucero de la Armada Española, líder de su clase, fue bautizado en su honor, recibiendo el nombre Almirante Cervera y siendo, por ende, líder de la Clase Cervera. Posteriormente y ya en plena dictadura, se promovió dar su nombre a numerosas calles y plazas en toda la geografía española, sobre todo si eran poblaciones costeras.
Ahora, en el siglo XXI, con mayor perspectiva y mejores herramientas, esta heroica imagen viene siendo revisada por los especialistas, tanto historiadores como puramente militares. Nadie cuestiona su integridad, honradez y su firme sentido de la disciplina debida, pero sí su nulo espíritu de combate desde que zarpó de España con su flota, su nefasto planteamiento de la no-batalla de Santiago y su rechazo a otras opciones que le propusieron sus subalternos que, sin olvidar la superioridad naval de los norteamericanos, le sugirieron iniciativas más osadas y creativas para desbaratar el bloqueo enemigo.
En resumen, hoy en día, los estudiosos actuales en aquel enfrentamiento se dividen en dos grupos: los que consideran que fue una estrategia manifiestamente mejorable y los que opinan que peor no podía ser. El caso es que tras una hora y media de batalla, el almirante Sampson envió el siguiente telegrama a su presidente en Washington: “La flota a mis órdenes ofrece a la nación como regalo del 4 de julio la flota de Cervera completa”
Y mucho más doloroso fue el resultado humano: España. 350 muertos, 550 heridos, 1670 prisioneros. EEUU. 1 muerto y 2 heridos.
Fernando Villaamil.
El capitán de navío Fernando Villaamil tenía 53 años cuando comandó la novísima y novedosa flotilla de tres destructores que formó parte de la escuadra del almirante Cervera que se dirigió a Cuba en 1998 con la misión más desnortada que una flota pueda recibir.
Salvando las distancias, Fernando Villaamil era el alto mando más mediático a nivel nacional e internacional con que contaba la marina de guerra española en ese periodo. En el plano nacional lo era porque en 1892, cuarto centenario del primer viaje de Colón, mandó la corbeta Nautilus con la que circunnavegó el mundo y, recordemos, el canal de Panamá era entonces sólo un proyecto de dudosa finalización. Y en el plano internacional, porque las mejores flotas de guerra del mundo copiaban su diseño y concepto de los nuevos buques, llamados primero contratorpederos y después destructores, que se producían en astilleros ingleses con las indicaciones y mejoras aplicadas por Villaamil.
El capitán Villaamil se había opuesto a que la flota española, para evitar un encuentro frontal con la flota estadounidense, se encerrara en el puerto de Santiago, una decisión que, como se demostró, no sirvió para nada. Y finalmente, junto al capitán de navío Joaquín Bustamante, propusieron alternativas de acción para intentar dividir a la flota enemiga y tener oportunidades de algún éxito y salvar naves.
Todas sus propuestas fueron rechazadas por Cervera. Fernando Villamil fue el único mando de alta graduación que murió combatiendo y desapareció con su barco, el destructor Furor. Su cuerpo nunca fue recuperado.
Una fake entrañable.
Así como de la creación de la habanera "La Bella Lola" no se sabe ni fecha ni se conoce su autor, del “El meu avi" se sabe todo. Es la habanera más popular en tierras catalanas y lo seguirá siendo por mucho tiempo. El nombre de su autor (letra y música), el militar retirado Ortega Monasterio, figura con letras de oro en el imaginario de los amantes de las habaneras. Igual que para muchos el Barça es “més que un club”, "El Meu Avi" es más que una habanera es también un himno.
Narra la historia del barco de guerra “El Català” y cómo los mozos de Calella de Palafrugell murieron en cubierta luchando, sin ninguna opción, contra la moderna y bien artillada escuadra estadounidense en la última batalla naval de la guerra de Cuba. Los chavales de Calella jamás regresaron.
El nombre real del buque llamado “El Català” era el de “Montserrat”. No era un barco de guerra, era un barco de pasaje y se hizo muy famoso porque su capitán consiguió burlar por tres veces el bloqueo naval a Cuba de los barcos americanos y aprovisionó la isla con soldados, pertrechos y víveres.
Su capitán, Manuel Deschamps (Sigrás 1853, Canet de Mar 1923), fue reconocido como un héroe por todo el país. El Monserrat, jamás fue hundido y aún llegó a participar transportando carga y tropas en la 1ª Guerra Mundial cuando fue fletado por el gobierno francés.
Otra historia fue la de los "chicos de Calella", me refiero a todos aquellos, reclutas forzosos, marineros o no, que no pudieron pagar las 2000 pesetas que costaba entonces librase del servicio militar (entre 40/50 mil euros actuales) y tuvieron que vivir aquella guerra colonial comenzada el febrero de 1895 y acabada con el Tratado de París de diciembre de 1898 por el que España perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam.
Seguramente aquellos jóvenes no murieron en combate porque en toda esa guerra, solo el 7% (3.101 soldados) murieron así, otros 41.288 (93% de los muertos) murieron por enfermedad, principalmente malaria y, esto no es una fake, son datos oficiales.
Cosas difíciles de entender.
La arenga del almirante.
«Ha llegado el momento solemne de lanzarse a la pelea. Así nos lo exige el sagrado nombre de España y el honor de su bandera gloriosa. He querido que asistáis conmigo a esta cita con el enemigo, luciendo el uniforme de gala. Sé que os extraña esta orden, porque es impropia en combate, pero es la ropa que vestimos los marinos de España en las grandes solemnidades, y no creo que haya momento más solemne en la vida de un soldado que aquel en que se muere por la Patria. El enemigo codicia nuestros viejos y gloriosos cascos. Para ello ha enviado contra nosotros todo el poderío de su joven escuadra. Pero solo las astillas de nuestras naves podrá tomar, y solo podrá arrebatarnos nuestras armas cuando, cadáveres ya, flotemos sobre estas aguas, que han sido y son de España. ¡Hijos míos! El enemigo nos aventaja en fuerzas, pero no nos iguala en valor. ¡Clavad las banderas y ni un solo navío prisionero! Dotación de mi escuadra: ¡Viva siempre España! ¡Zafarrancho de combate, y que el Señor acoja nuestras almas!»
No es el estilo patriótico-flamígero propio de la época lo que llama la atención, todo y que hoy en día ningún líder político, entrenador deportivo y ni mucho menos un coach personal intentaría galvanizar a los suyos con un discurso tan ausente de la más mínima esperanza. Lo que llama la atención es la rotunda frase “...nuestros viejos y gloriosos cascos...”. El promedio de edad de la flota española en esa jornada era de 4,5 años (contando desde la fecha de botadura) y el de la flota americana era de 4,8 años, no era la edad de los buques lo que marcó una diferencia tan abismal.
El USS Gloucester del capitán Wainwright.
Este yate reconvertido en buque de guerra, pocos meses antes del enfrentamiento, tomó la iniciativa para enfrentarse a los torpederos españoles Furor y Plutón, que estaban mejor armados y eran más rápidos.
Una vez hundido el Furor y embarrancado el Plutón, se dedicó intensamente a rescatar náufragos españoles , el almirante Cervera entre ellos.
El gran éxito del Gloucester se atribuye a la intensa preparación previa que Wainwright obligó a realizar a sus artilleros y demás tripulantes. Se trató de la osadía del que está bien preparado frente al valiente patriota que no ha realizado la más mínima preparación digna de ese nombre.
Víctor Rubio